Los parados invisibles

Los parados de larga duración son el grupo más afectado por la recesión. Sin embargo, no parecen preocupar lo más mínimo

23/07/2017 – Valenciaplaza
No hay semana en que la situación laboral de los jóvenes no sea objeto de atención. Puede ser con motivo de una medida del gobierno, como ha sucedido hace poco con la vaga ayuda para [algunos de] los ninis; de una encuesta sobre sus dificultades para independizarse, (la última -de momento- la del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud), o de la publicación de nueva información estadística que refleja cómo les ha afectado la devaluación salarial. El hecho es que no abandonan su protagonismo en los titulares de los medios de comunicación. Casi siempre para mostrarlos como los grandes, en muchas ocasiones únicos, perdedores de la crisis.

Nadie niega el deterioro laboral que han soportado ni su precaria situación en España (no en los países más avanzados por mucho que se intente generalizar su situación). Pero los jóvenes no son los únicos afectados de manera dramática por una economía con graves carencias como la española. Los parados de larga duración, aquellos que llevan más de un año buscando empleo sin encontrarlo y en muchos casos dos y tres años sin él, están en una situación incluso peor y se enfrentan a unas perspectivas de futuro más negras. Sin embargo, a pesar de ser muchos más, (la mitad de todos los parados) la atención que reciben es infinitamente menor. Y en ocasiones se habla de ellos para proponer vagas e ilusorias medidas como la renta garantizada que parece defender el nuevo equipo dirigente del PSOE.

No faltan referencias a ellos ni investigaciones sobre su situación. Sin embargo, comparativamente son muchas menos y menos detalladas. Y, sobre todo, la percepción social, al menos la publicada, acerca de la gravedad de las situaciones que pueden afectar a los integrantes de este colectivo es infinitamente inferior. Una laguna que determina su casi total invisibilidad cuando son uno de cada dos de los más de cuatro millones de parados. En la última EPA superan los 2,3 millones, casi el doble de los parados menores de 29 años. Más del 10% de ellos, 274.000, residen en la Comunidad Valenciana.

El gráfico siguiente recoge el rápido y destacado aumento de estos desocupados en los últimos años y su lenta reducción con la recuperación del empleo desde 2015. A lo cual se podría añadir, que dentro de ellos, los jóvenes (hasta 25 años) han venido reduciendo su peso de manera sostenida mientras los mayores de 45 años lo han aumentado. Otro rasgo preocupante es que la mayoría de ellos, llevan dos años, o más, buscando empleo sin encontrarlo: casi tres cuartas partes del total, o más de millón y medio de personas (210.000 en la Comunidad Valenciana). Por desgracia el INE no publica información desglosada para precisar cuántos años por encima de dos llevan sin encontrar trabajo este grupo de desocupados.


Su persistencia, según los expertos, es una de las pistas más alarmantes del mercado de trabajo en España: la existencia de un colectivo cuyas cualificaciones laborales carecen de demanda. Lo cual se agrava al estar demostrado que cuando las tasas de contratación permanecen bajas por un período dilatado, quienes han perdido el empleo tienen mayor riesgo de seguir desempleados. En otras palabras, estos parados tienen una elevada probabilidad de quedar fuera del empleo por mucho tiempo.

Esta explicación no es contradictoria con otra todavía más inquietante desde la perspectiva social. Porque cuando la creación de empleo se concentra en el de baja cualificación, parece razonable preguntarse si no hay otras variables sociales o motivacionales a considerar (también de la normativa de contratos vigente). Ello, al margen de que si la razón principal de la lenta absorción de esa bolsa de parados son las lagunas en las habilidades profesionales de sus integrantes, la pregunta inmediata es por qué no se articulan planes de choque para superarlas, en lugar de medidas puramente cosméticas en muchos casos por parte de las CCAA, las que tienen esta competencias, tan ágiles y contundentes a la hora de defender su ineficiente monopolio público en este terreno.

A lo anterior, se suma otro elemento más para sugerir que las carencias formativas no son toda la explicación. Al inicio de la crisis, la mayor parte de estos parados eran mayores de 45 años, una edad temprana para ver finalizada la vida laboral cuando la esperanza de vida supera los 80 años, (85 en el caso de las mujeres). Sin embargo, hoy los parados de más de dos años están presenten es todos los grupos de edad. Por ejemplo, quienes llevan buscando empleo más de 24 meses con edades entre 25 y 44 años, son una cifra similar a la de los mayores de esa edad. Seguramente porque una parte de éstos últimos han pasado a estar sin empleo tres, cuatro o, incluso, más años.

El gráfico siguiente refleja cómo este tipo de parados no se concentra ya en los activos más mayores.


No cabe descartar, por tanto, que para explicar la situación de estos invisibles deba acudirse al aumento de la exclusión social (además de laboral). La crisis se ha cebado en España en los grupos de menores ingresos que en gran parte coinciden con los de menor cualificación. Esta polarización puede haber dejado en los lindes de la marginación social a gran parte de estos parados. Un fenómeno invisible de momento para el resto de la sociedad, porque el grado de segmentación existente, a modo de múltiples “sociedades” que ni se relacionan ni se perciben entre ellas, oculta los problemas que afectan a los englobados en el polo con menor capacidad para hacerse oír.

Por tanto, su invisibilidad no debiera ni descartar la existencia de una inmensa bolsa de excluidos ni infravalorar sus potenciales consecuencias negativas sobre la cohesión social. Si una parte apreciable de los miembros de ese numeroso grupo no está siendo contratado cuando la mayor parte de los empleos creados requieren un nivel de cualificación muy modesto, es probable que una proporción elevada de ellos, y de manera destacada los menos preparados/motivados y de mayor edad, no vuelvan a trabajar de manera continuada y retribuida el resto de su vida. Pero no sólo: de consolidarse una bolsa de parados de larga duración de esas proporciones, el crecimiento de la marginación social y sus consecuencias no permanecerán imperceptibles para el resto de la sociedad indefinidamente. Quizá entonces, cuando no haya solución, se intentará buscarla.